Sí, puedes hacer algo contra el cambio climático
A medida que la COP27 se pone en marcha en Egipto, es hora de hacer algo más que hablar del tiempo.
En cuanto al clima, 2022 ya es un año para recordar. Ian, el huracán más mortífero que ha azotado Florida desde 1935 (que también ha devastado Venezuela, las Islas Caimán y Jamaica); olas de calor que han batido récords en toda Europa (superando los 100°F en ciudades como París, que no tiene aire acondicionado), un monzón inusualmente intenso con inundaciones devastadoras en Pakistán.
Las catástrofes relacionadas con el clima se multiplican, y una vez terminadas las labores de socorro, se acumulan los enormes daños económicos: impedimentos en el transporte, infraestructuras destruidas y una enorme caída de la productividad. Y eso sin contar los pagos de los seguros.
El acuerdo para limitar el calentamiento global
En 2015, los líderes mundiales (incluidos los Estados Unidos) que asistieron a la reunión de la ONU sobre el cambio climático en Francia, crearon el Acuerdo Climático de París, un acuerdo internacional para limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius (34,7 Fahrenheit) para finales de siglo, en comparación con la época preindustrial. Calificaron la medida de crítica para minimizar los daños a los seres humanos y a la naturaleza causados por las temperaturas extremas y los desastres climáticos.
Posteriormente, la administración Trump retiró a Estados Unidos de ese acuerdo. Desde entonces, las medidas de control climático global han sido tan ineficaces que la 13ª edición del Informe sobre la Brecha de Emisiones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, publicado en octubre, afirma que ahora “no queda ninguna vía creíble” para lograr el paso a la contención en 1,5C. Este informe analiza el desfase entre la retórica y la realidad.
Según la ONU, las naciones del mundo no sólo no están aplicando planes suficientes para reducir el calentamiento, sino que las emisiones globales de gases de efecto invernadero van en aumento.
Objetivos incumplidos
“Las pérdidas y los daños causados por la emergencia climática se agravan día a día y los compromisos climáticos mundiales y nacionales se quedan lamentablemente cortos”, afirma el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres.
“Con las políticas actuales, el mundo se encamina a un calentamiento global de 2,8 grados centígrados (37,04 Fahrenheit) en menos de 80 años. En otras palabras, nos dirigimos a una catástrofe global”.
No son sólo las inundaciones las que preocupan a los científicos. El cambio climático crea crisis en cascada. ¿Qué hay en todas esas capas de hielo prehistóricas -como el permafrost siberiano- que se desatará cuando aumente el deshielo? ¿Podríamos enfrentarnos a virus y bacterias virulentos desconocidos que llevan miles de años congelados?
La única manera de cambiar esta trayectoria es con una “transformación urgente de todo el sistema”, dijo la agencia de la ONU.
Estas preocupaciones constituyen gran parte del programa de la 27ª Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático -o COP 27- que se celebra actualmente en Sharm el-Sheikh (Egipto). Y como la ONU acaba de dejar bastante claro que no se alcanzará el objetivo de 1,5°C, el debate se centrará en cómo hacer mayores esfuerzos para adaptarse al cambio climático. Y, sí, se trata de dinero.
Adaptación al cambio climático
Según las estimaciones del mercado, los gobiernos y las industrias invierten hoy en día alrededor de 1 billón de dólares al año en energía limpia, aproximadamente un tercio de lo que se necesita. Aunque la energía solar y la eólica pueden construirse de forma más barata que los generadores de energía más contaminantes de hoy en día, nuestras redes eléctricas deben reconstruirse para adaptarse a la aparición esporádica del sol y el viento.
La voluntad pública está ahí. En Estados Unidos, casi dos tercios de la población piensan que el gobierno federal no está haciendo lo suficiente para luchar contra el cambio climático. Ese sondeo también muestra una falta de conocimiento por parte del público de lo que la administración Biden ya ha hecho. La Ley de Reducción de la Inflación, por ejemplo, incluye 375.000 millones de dólares en incentivos climáticos para estimular las inversiones en energías limpias, como la eólica y la solar, con el fin de acelerar la transición desde el petróleo, el carbón y el gas, causantes en gran medida del cambio climático.
En resumen, el proyecto de ley pretende que el coste de utilizar energías renovables sea tan barato en el hogar, en las carreteras y en las fábricas, que las emisiones de carbono procedentes de la electricidad generada por combustibles fósiles se reduzcan en un 80% para 2030.
Se trata del mayor compromiso jamás asumido por Estados Unidos para combatir el calentamiento global. Sin embargo, teniendo en cuenta que Estados Unidos es el segundo país más contaminante del mundo (China es el número 1, India el 3 y Rusia el 4), la medida tuvo una tibia acogida por parte de otros países industriales.
“Esta ley es importante para EE.UU., pero en términos globales debería haber sido aprobada hace mucho tiempo”, declaró a la BBC Niklas Hohne, cofundador del New Climate Institute en Alemania, un país con conciencia medioambiental. “Estados Unidos tiene un largo camino que recorrer en materia de cambio climático y parte de un nivel de emisiones muy, muy alto”.
El lado positivo…
A pesar de los sombríos informes de la ONU, hay otros estudios que señalan algunas señales positivas.
El estudio State of Climate Action, del Instituto de Recursos Mundiales, afirma que, a nivel mundial, casi la mitad de los autobuses vendidos en 2021 funcionarán con motores eléctricos de batería o de pila de combustible, lo que indica que la transición hacia los viajes sostenibles está muy avanzada.
Y el informe Perspectivas de la Energía en el Mundo de la Agencia Internacional de la Energía, publicado en octubre, sostiene que la crisis energética provocada por la guerra de Ucrania ya ha generado cambios positivos que podrían acelerar la transición a un sistema energético más seguro y sostenible. El informe también concluye que es probable que las nuevas políticas de países como EE.UU., Japón, Corea y la UE de los 27 impulsen las inversiones en energías limpias hasta alcanzar unos 2 billones de dólares en 2030, lo que supone un aumento del 50% respecto a la situación actual.
Qué puede hacer usted
No hace falta que estés dispuesto a gastar tus ahorros para salvar el planeta. Hay decisiones cotidianas que puedes tomar y que marcarán la diferencia: reflexionar en lugar de refinanciar. Por ejemplo:
¿Cómo viajas? Los combustibles fósiles son el mayor contaminante del mundo. ¿Has investigado sobre los coches eléctricos? No están lejos de estar disponibles y ser fácilmente recargables, así que infórmate. Puede que falten décadas para que los aviones funcionen con energía solar, pero todavía puedes considerar si es absolutamente necesario hacer ese viaje a través del país. ¿Puede tomar un tren en lugar de un avión? En la ciudad, ¿puede tomar uno de esos autobuses eléctricos en lugar de conducir? ¿Puedes ir a pie?
¿Cómo se alimenta su casa? ¿Son sus electrodomésticos eficientes desde el punto de vista energético? Muchas compañías de gas y electricidad ofrecen descuentos para cambiar a modelos de bajo consumo. ¿Son los paneles solares una posibilidad? Muchas empresas de servicios públicos están ahora obligadas a incluir las energías renovables en sus carteras energéticas. ¿Es la suya una de ellas? (Si no es así, ¿qué tal si envías una carta al comisionado de servicios públicos de tu estado?)
¿Cómo compras?
Los clientes de una cafetería de EE.UU. a los que se les informó de que el 30% de los estadounidenses habían empezado a comer menos carne tenían el doble de probabilidades de pedir un almuerzo sin carne.
Los alimentos -especialmente la carne y los productos lácteos- son el segundo factor de contaminación, justo detrás de los combustibles fósiles. Un informe del Instituto de Recursos Mundiales sobre dietas sostenibles muestra que si el ganado cultivado para la alimentación fuera su propia nación, sería el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, por detrás de China y Estados Unidos. Incluso un pequeño cambio, como comer alimentos locales y de temporada, puede ayudar a reducir las emisiones. También podrías considerar la posibilidad de reducir el consumo de carne.
¿Hablas en voz alta? No basta con compartir tus preocupaciones en las redes sociales. Envía un correo electrónico a los funcionarios locales, estatales y nacionales que puedan hacer algo concreto. Averigua qué hacen las empresas con las que realizas transacciones para controlar el cambio climático y hazles saber lo que piensas sobre lo que están haciendo. Sé un buen ciudadano además de un buen consumidor.
¿Puedes destinar algo de dinero a la lucha contra el cambio climático? Considera la posibilidad de contribuir a la cartera de docenas de proyectos de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Clima en todo el mundo, algunos de los cuales te permiten “recomprar” el carbono que tu empresa u hogar está emitiendo como forma de disminuir tu “huella de carbono”. Para saber cómo funciona, puedes utilizar la práctica calculadora de la ONU sobre la huella de carbono.
Y si crees que una sola persona no marcará la diferencia, estos artículos de la BBC deberían hacerte cambiar de opinión:
- Los clientes de una cafetería de EE.UU. a los que se les informó de que el 30% de los estadounidenses habían empezado a comer menos carne tenían el doble de probabilidades de pedir un almuerzo sin carne.
- Una encuesta en línea demostró que de los encuestados que conocían a alguien que había renunciado a volar a causa del cambio climático, la mitad de ellos dijeron que habían volado menos como resultado.
- En California, los hogares eran más propensos a instalar paneles solares en los barrios que ya los tenían.
Así que antes de que empieces a pensar que la lucha contra el cambio climático es una causa perdida, anímate: como señala el informe especial de The Economist, muchas acciones de adaptación al cambio climático son asequibles, y cualquier acción que tomes es mucho mejor que no hacer nada.